La expulsión del sistema de este perfil de usuarios se lleva produciendo desde hace tiempo, pero en los últimos meses la deriva se ha acelerado por el cierre masivo de oficinas, los ERE en las entidades que han afectado a miles de empleados y el proceso de digitalización de los servicios sin una alternativa para quienes no pueden acceder a ellos.
Las críticas con el tiempo y en los últimos días han tenido un nombre propio, Carlos San Juan, un hombre de 78 años que ha liderado una iniciativa para pedir más atención humana en las oficinas bancarias.
El movimiento logró reunir más de 200.000 firmas en apenas unos días bajo el eslogan "Soy mayor pero no soy idiota". San Juan quería presionar así para que "los bancos atiendan a las personas mayores sin trabas tecnológicas y con más paciencia y humanidad, y mantengan oficinas abiertas donde pueda atenderte una persona, que no todo sea por internet".
En esta línea también se han manifestado en los últimos días desde la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP), integrada por 15.079 asociaciones y más de 5.746.000 afiliados. La plataforma ha instado al Gobierno a regular "de forma inmediata" un marco legislativo que ayude a acabar con la exclusión financiera que sufren los más de diez millones de personas mayores y pensionistas en nuestro país.
Personalmente creo que el problema no solo afecta a los mayores; incluso donde hay oficinas abiertas, cada vez más dejan de atender al personal que se las tienen que ingeniar para realizar las operaciones. Cada vez más hay menos personal de atención; es como si vamos al taller a que nos arreglen el coche y lo tenemos que arreglar nosotros. Lo malo es que no hay un banco que podamos elegir para domiciliar nuestras nóminas o pensión. La privatización y la competencia no ha traído mejora como nos decían. La banca se ha convertido en un oligopolio.
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